Tras el período de elecciones, atras quedan muchos discursos de campaña, muchas promesas, muchas palabras de aliento y optimismo. Se plantean soluciones a los problemas de siempre. Y se crean nuevos problemas donde no los había.
Y conforme a estas elecciones, una historia eleccionaria:

Se dice que Jacinto Pérez se levantó bien temprano esta mañana. Vivía en el medio del campo como quien diría, y hace poco le habían comentado en el pueblo que se venían las elecciones. Durante ese tiempo fue tentado por representantes de los diversos partidos a inclinarse por alguna de estas idelogías a cambio de promesas y pocas cosas concretas, aunque interesantes para un pobre hombre de campo.
Ese domingo se vistió elegante. Se puso la bombacha nueva que le habían regalado, y ese poncho que solo usaba en las fiestas. Porque el sufragio es una fiesta también, la fiesta de la democracia, de poder elegir a nuestros representantes.
Y ahí fue Don Jacinto. La cola ante la urna no era muy larga. Cuando le llegó el turno presentó su documento, añejo ya, un poco maltratado, manchado de las tareas del campo quizás o seguramente por el descuido con el que trataba a todo lo que sea de papel.
- Pase al cuarto, Don Pérez -le indicó el presidente de la mesa de votación. -Elija bien, no se equivoque!- le advirtió con una risa falsa.
El cuarto oscuro no era oscuro, siempre se preguntó porque lo llamaban así. Había unas cuantas pilas de boletas con los partidos más populares. Jacinto hizo su elección, guardó su voto en el sobre fiscalizado, y procedió a buscar una urna para depositarlo.
Miro hacia todos lados y no consiguió verla. Se imaginaba que no debía andar muy lejos, así que exploró un poco el cuarto hasta encontrar un bloque grande junto a la pared con una ranura.
-Listo -pensó, y depositó el sobre en la ranura.
Al salir del cuarto, se encontró con el fiscal indicándole dónde debía poner el sobre.
-Ya lo puse en la urna de adentro- dijo.
-Qué urna??
-Esa urna grande y moderna que está adentro. Una que parece de metal.
Alarmado, el fiscal ingresa al cuarto y observa que el pobre don Jacinto había depositado su voto en el calefactor nuevo que habían puesto en la escuelita, siendo imposible recuperar el sobre.

Salvo por el nombre de la persona, es una anécdota real. La mesa tuvo que llamar a los bomberos para que desarmaran el calefactor y pudieran recuperar el sobre con el voto, ya que por ley no le pueden dar otro para que vote. Estuvieron su tiempo para recuperarlo y finalmente lo incluyeron en la urna correcta. Don Jacinto finalmente se fue conforme con su acto eleccionario.